Semana 14. “Vida normal”.
01/02/2016
La semana comienza con mucho ánimo y nervios. El
lunes, después de la rehabilitación, ya en casa, pruebo a quitarme las botas y
paso la tarde en zapatillas, por casa, y la verdad es que muy bien. Qué razón
tenía el médico cuando me dijo hace un par de semanas que esto cambiaba casi
por días.
Al fin llegó el esperado momento de la consulta.
El martes me bajé a la Clínica con Carlos, dándole descanso a Pablo, no tengo
prisa y hay margen de sobra después de rehabilitación, y así no tengo que
esperar allí tanto tiempo.
Es llamativo como siendo una clínica
especializada en traumatología, en las salas de espera no hay una gran
consideración con los pacientes, pues los acompañantes se sientan
tranquilamente con los “tullidos” y al ir normalmente con retraso las
consultas, muchos tenemos que esperar de pie, ante la indiferencia de estos que
están, en principio, “sanos”. Muletas, botas, no conmueven a jóvenes o mayores,
pero bueno, en sus conciencias irá, o seguramente ni eso, pues para mí que ni
se dan cuenta de ello.
Es mi turno, paso y lo primero que me pregunta es
que si he llevado zapatillas. Le comento que he practicado un poco e
inmediatamente me invita a quitarme las botas y caminar por la consulta para
ver qué tal me defiendo. Tras los primeros pasos, un tanto indecisos, camino un
poco y me dice que ya me puedo olvidar de las botas y que haga “vida normal”.
Me quedo sorprendido, pero me explica que ya puedo caminar, sin límite, y que vaya
intentando hacer mi vida. Evitar golpes, saltos, carreras, usar calzado cómodo,
y me manda 30 sesiones más de rehabilitación (aunque aún me queda la semana
siguiente completa). Me verá en un par de meses, coincidiendo con el fin de la
rehabilitación para ver si puedo agacharme y andar de puntillas. Me dice, otra
vez, que me va a dejar listo para correr, cosa que me alegra. Le pregunto por
el tema de la escalada y alpinismo y me contesta que tendré que hacer
ejercicios específicos, pero que no tendré problema alguno.
Salgo con las botas en la mochila y camino con
otro garbo por los pasillos. Encima Jony, que subía para casa, para a
recogerme, evitando así el pesado transporte público.
Un nuevo cambio, éste muy grande, pues aunque
tengo alguna pequeña dificultad al caminar, ya estoy en la tan esperada última
fase, sigo sin tener dolor y la rehabilitación va lenta pero segura.
Sin pérdida de tiempo comienzo a caminar por las
tardes, primero por el pueblo y después por la dehesa, por la pista, con pocos
baches, y casi voy más cómodo por terreno un poco irregular, mejor que el duro
asfalto.
Estoy caminando entre una hora y tres cuartos a
dos horas, termino cansado, pero día a día noto que voy fortaleciendo también
tobillos y los gemelos parece que ya no cuelgan tanto.
Me encuentro al médico en la cafetería, antes de
entrar a rehabilitación, y le pregunto por el tema de conducir, pues con tantas
cosas se me pasó comentárselo en la consulta. Me dice que sí, que lo intente,
que tengo movilidad y que seguramente podré hacerlo, aunque vaya probando para
ver qué sensaciones tengo. Ya veremos.
Voy a ver a la doctora de cabecera y le cuento
las novedades. Me da un par de semanas más para verme de nuevo.
Para rematar la semana, Cristina (mi fisio) me
dice que el viernes haremos un cambio en la electroestimulación. Llegado el
momento, me coloco descalzo, sobre una toalla, de cara a la pared. Haré
ejercicios concéntricos. Esto consiste en ponerme, igualmente, los electrodos
en los gemelos y a la vez que noto la descarga eléctrica elevo los talones.
Hago una prueba y me quedo clavado. Parece que peso 500 kilos, una sensación de
impotencia me invade por completo. Hago un segundo intento, esta vez me
concentro y consigo elevarme. Tengo que mantenerme arriba unos segundos,
mientras dura la corriente, bajar cuando corta para volver a subir de nuevo.
Son quince largos minutos, pero pongo empeño y consigo hacer todas las
repeticiones. Charly, el auxiliar, me dice que tranquilo, que es el primer día,
que la semana próxima me irá mucho mejor. Me voy contento para casa con ganas
de salir el fin de semana.
El finde camino por las mañanas un buen paseo y luego
descanso, noto que me falta fondo.
Por último, he probado a sentarme al volante de
nuevo. He movido los pedales, pisando, suave, más fuerte, y me he decidido a
arrancar el coche. He hecho algunas maniobras y las sensaciones no han sido
malas, pero prefiero estar más fuerte y confiado para salir a carretera. Ya
queda menos.